En otros tiempos ya pasados me creí en gracia
de haberte conocido por internet a base de ritmos
enfundados en chateos coloquiales. Pero tornose desgracia
cruzarme en tu camino pues fuiste cobarde como istmos
terrestres condensados en quien lloró por sustancia
de aquellos días que echabas en falta bombero con racimos.
Te perdoné la afrenta de aquella ofensa queriendo
la esencia ser ciencia exacta ya que fue seña
inconfundible de no ser la mujer de mi vida, pero siendo
de buen agrado mi coraje te di segunda parte y la leña
que cortaste se hundió en mí hasta ser tu remiendo.
Pasaron los días y lo nuestro se iba afianzando,
por ser una pareja los dos apostamos y durante
meses disfrutamos de las mieses que íbamos lanzando;
un buen día tras hacer el amor quise, antes de correrme,
sacar mi polla de tu coño pero cruzaste tus piernas a mi espalda.
¡Ya querías ser madre y yo, crédulo, sin enterarme!
Decidimos casarnos y mal día me espante por elegir
un día para aleccionar esa unión tan precaria. La duda
no era en mi, sería en ella aunque bien lo disimulaba por ir
bien contenta a una boda que si, fue bella, pero la deuda
que contraje más vale no pensarla pues perdí el doble sentir
de ser padre ya que se quedó encinta a los pocos días.
Vivíamos en Madrid, yo trabajaba en laboratorio farmacéutico
y ella doble función hacía pues laboraba y estudiaba a la par
casi todos los días. El embarazo la distanciaba de aquel chico
que extraño la miraba sin saber que hacía tan lejos de su hogar.
Quiso hablar con ella muchas veces y la molestia era por pico
de ella lo que salía. El se estaba ahogando. No veía salida. Quería saltar.
Y pasó el desastre. En la fábrica hubo tal discusión
con el encargado que los nervios quedaron destrozados. Lloraba
Antonio su tristeza e impotente quería la muerte. Su visión
era tan clara que decidió emborracharse y tirar su rabia
por el desagüe. Llegó al piso y se tomó cinco frascos de poción
para la depresión. Ella al verlo se fue a Bilbao con sus padres
en vez de aguantar el chaparrón. Ahí se acabó todo. Nada es
de nadie. La tortura no es solución. La cobardía es fuente
de manías cuando se trata de cosas del corazón. La materia
de los deseos se queda en eso, cosa inmaterial con el tiempo.
Antonio Jiménez
Tu vida es en algunos momentos tan dolorosa, que me duele a mí en la distancia y eso que no me lo cuentas a viva voz. Ojalá pudiera con mis simples palabras, borrarte las heridas que el tiempo ya curó pero que dejaron tan honda cicatriz en esa tu piel morena y parches mal cosidos en tu corazón. Ojalá, amigo Antonio, hubiese una poción de la que te pudieras emborrachar y mandar el pasado al que pertenecen, todos estos duros recuerdos. Sigo leyendo la crónica de tu vida con total estupefacción. Un fuerte abrazo.
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