jueves, 29 de diciembre de 2011

Solo


Desde el tiempo de mi infancia no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude traer
mis pasiones de una simple primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pesar, no podría despertar
mi corazón al júbilo con el mismo tono;
Y todo lo que amé, lo amé Solo.
Entonces -en mi infancia- en el alba
de la vida más tempestuosa, se sacó
de cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
Del torrente, o la fuente,
del risco rojo de la montaña,
del sol que giraba a mi alrededor
en su otoño teñido de oro,
del rayo en el cielo
cuando pasaba volando cerca de mí,
del trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(Cuando el resto del Cielo era azul)
De un demonio ante mi vista.

 Edgar Allan Poe

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Fútil



Cuando solía reír cara al viento
una flojedad se apoderaba de mi alma
cubriéndome de mil luces extravagantes
anunciando el principio de una velada ante
la que yo me rendía insumiso frente su
frágil marca. Ahora que siempre lloro de
espaldas al mundo, mi vida se va fraguando
en mil confetis deshechos dando rienda
suelta a la caricia de mi soliloquio,
entrando la parsimonia a oscuras a ver
si me voy muriendo de una puta vez.

Antonio Jiménez

domingo, 18 de diciembre de 2011

No obstante el amor, por ser amor, es hermoso.



Y no obstante el amor, por ser amor,
es hermoso. Igual arde reluciente
un gran templo y la hierba. El mismo fuego
lame quemando el cedro y la hiedra.

Y el amor es un fuego; y cuando digo
te quiero, oh Dios, te quiero, ante tus ojos
me transfiguro en esplendor y siento
mi rostro centelleante que deslumbra.

En el amor no puede haber crueldad
aunque amen los más ruines de los seres,
que cuando aman a Dios Él los acepta.

Y en la apariencia ruin de lo que soy
brilla el sentimiento y purifica,
por ser fruto de amor, lo que es de carne.
Elizabeth Barret Browning

sábado, 3 de diciembre de 2011

Sembrao



El fin de las cosas pueden parecer el principio de otras cuando el cariz con el que se mira dicha finalización suele dar rienda suelta a la apoplejía.

Antonio Jiménez

viernes, 2 de diciembre de 2011

El Dios del Amor



Desearía hablar con el espíritu
de algún antiguo amante, muerto
antes de que el Dios del Amor naciera;
imposible creer que quien más amara entonces,
se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el dios
ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
la costumbre, lo permite:
que yo deba amar a quien no me ama.

Es evidente que quienes lo hicieron Dios
no tenían esa intención,
ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
ya no es amor,
cuando no amo a quien me ama.

Pero todos los dioses modernos
buscan extender sus vastas pretensiones
y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
y priváramos a este niño de su divinidad,
ya no podría amar a quien no me ama.

Rebelde y ateo, ¿por qué susurro
como si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
o ensayar un castigo peor;
que ella a su vez me amara,
sería del todo insoportable
porque la falsedad es peor que el odio,
y falsedad sería si la que yo amo me amara.
John Donne