domingo, 21 de noviembre de 2010

Con un quejido


En mi mundo de cristal, busco consuelo
y hallo deseo de arrimarme a fuente de ostras
siguiendo el curso de la siguiente toma por suelo
empitonado en sangrante deseo de las costras
punzantes que derivan en lorzas de calmantes.

Sigo con la barbilla en preste por alarmantes
colmillos que se claven en mi cuello, pero admito
ser incoherente y rezar raciones de oraciones al desierto
de una ley que me oprime y clarifico como mito
de alondras. Huésped soy mientras con el ojo acierto.

Con un canto de esperanza quiso la alianza
verse forjada en hierro, oro y amalgama. Cuando recito
frases de compadres en vaso de vino, clavo la lanza
en ojo ajeno buscando cobijo al hijo del plebiscito.
Sea usted de carne para perecer en parrilla de pescado.

El sol quiso cegar mis ojos con llamas de pecado
por ver cuerpo de mujer en llantos de niño. Credo
de futuros lazos aquellos que claman su miseria
en alabanzas de violencia. Supe al instante ser cerdo
por ignorar cuantos sucesos dan a la calle de la minería.

En cuanto prestar sinceros plantes a un desplante
que no cabe en puño ignorante, es bien sabido
los puertos salidos en cintura de avispa. Un trasplante
de cerebro iría bien a este lerdo que, bien leído,
dice más cosas de las debidas. Es así de lacio
su sentido y así de grandioso su quejido. ¡Qué necio!

Antonio Jiménez

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