sábado, 6 de noviembre de 2010

Por no quedarme callado


Vuelve, no esperes mi licencia
pues nunca lloverá a gusto de nieve
fundente por ser mi cabeza seria
aspirante a reinar portales del número nueve.

Puedo amar más dolor del confort
por soportable indicio del cariño,
pero soy inconstante, lo admito,
es mi carácter heredado de cuando fui niño.

Ahora mismo estoy tranquilo,
repaso mi vida con sigilo,
y veo pasar los datos de literatos
que me enseñan a escribir por ratos.

Bebo café en taza que creía perdida,
la encontré, para mí es muy querida;
es de kukuxumutxu y representa a un lobo
vestido de cura bendiciendo a unas ovejas.

El símil está muy claro, no hay que ser
listo para darse cuenta de lo que representa;
todas las religiones son ordenes de fe
que mandan a borregos de forma cruenta.

Ahora ha llegado el portavoz de una de ellas,
pontífice y cabeza de un pedazo de tierra machista,
sin más leyes que la dependencia y menos huellas
que los asesinatos en nombre de Dios. ¡Es larga la lista!

A mí me la trae todo al viento, Papa,
Dios, curas y Santiago y cierra España;
nunca comprendí a un pueblo que santea la imagen
de un santo a caballo matando moros con su lanza.

Y dicen que el raro es el que aquí suscribe,
manda cojones montar un negocio en el fraude
de los monigotes y soltar a la cara que es por fe
toda la sustancia. Mejor me quedo así, con criterio y con palabra.

Pero ahora que lo pienso, este poema quiero
llevarlo a concurso. Quizás el jurado sea beato
y juzgue más lo proscrito que lo escrito.
Mecachis, siempre tengo que meter la pata.

Antonio Jiménez

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