sábado, 19 de mayo de 2012

Mis sueños son para ti



Sueño contigo cada noche, cada noche de mi vida
que se va consumiendo como una vela que alumbra
tu ser, ese maravilloso ser con el que deseo
cada noche intercambiar unas palabras de amor;
el amor que te profeso; el amor que siento por ti
que hace que mis situaciones más amargas se vuelvan
más dulces que la miel, como tu piel, sana y sensual
como las ninfas que corretean por el plano occipital.

Y sueño con tus caricias por mi cuerpo y mi sensualidad
por el tuyo, abriéndonos cual capullo al éxtasis del placer,
existiendo uno solo que se abre paso por los canales
del derrame, ocultando su libido a la sociedad, pero
escenificando de por vida la pasión de un solo trotar
por las avenidas del amor, aquellas que se bifurcan
sólo cuando no estamos uno junto al otro.

Pienso en ti cada segundo de mi vida, imaginando
cómo sería vivir a tu lado entre pompas de algodones
siendo la luz que ilumine tus instantes más oscuros
y vertiendo mis semillas en forma de caricias
para que reluzcas como una orquídea. Extraño
tantas cosas de ti que mi cielo me grita al oído
que siempre defenderé la cuestión de dar placer
a quien conquista mi corazón, pero ese placer
es una minucia comparado con la exquisitez
con la que riegas mi corazón día tras día, mi amor.

Antonio Jiménez

viernes, 18 de mayo de 2012

El notario




En injusta vida no he visto nunca
tan flagrante dicha que la del notario
de Fuentevivas, pues el desacato se enquilosó
en su fortuna y la desdicha se convirtió
en su legado, pues a pesar de ser hombre
de bien, por estar en mal lugar lo ahorcaron.

Cuentan los lugareños que siempre acudía
solícito a cualquier disputa que por irresuelta
se hallara; y su buen dictamen aplicaba para
que no se fraguara la guerra entre la familia
del finado, que esa es otra, muerto y vilipendiado.

Pero la cuestión que nos ocupa es otra y no esta,
pues está de sobra admitido que bien tímido
era el notario y con dama alguna se le veía,
pues de cualquier modo debería despacharse sus
gozos, ya que de obra a mano cuesta admitir
que con los años se hubiera acostumbrado.

Es por ello que la noche de los actos se encontraba
en lupanar con la prostituta del lunar en la carrillada
cuando los gritos de angustia de alguna habitación
llegaban, saliendo todas las putas al unísono
para intentar defender a la improvisada soprano,
cuando el notario, desnudo cual Adán, se adentró
en habitación ajena viendo el cuerpo de la meretriz
acuchillado en su matriz, cayéndole todas las culpas
a hombre tan servil.

Antonio Jiménez

lunes, 14 de mayo de 2012

Antes que tú me moriré



Antes que tú me moriré: escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la Muerte,
que llames a esperar.

Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo.
¿Quién deja de llamar?

Entonces que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán.

Allí, donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar.

Allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad,
todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar.
 
Gustavo Adolfo Becquer

viernes, 11 de mayo de 2012

Su Voz



La intrépida abeja vaga de rama en rama,
con su hirsuto abrigo y ligeras alas,
ahora sobre el pétalo del lirio,
ahora balanceándose en un jacinto,
en torno a él:
Estaba cerca el amor; y fue aquí, supongo,
donde realicé mi voto.

Juré que dos almas deberían ser una,
mientras las gaviotas amen el mar,
mientras los girasoles amen el sol.
Será, dije, nuestra eternidad,
tuya y mía.
Querida amiga, aquellos tiempos se han ido,
la red del Amor se ha cerrado.

Mira hacia arriba, donde los álamos
danzan y danzan en el aire del estío,
aquí en el valle, la brisa nunca
agita los frutos, pero allí
los grandes vientos soplan,
y desde el susurro místico del mar
arriban las olas que acarician la costa.

Mira hacia arriba, donde gritan las níveas gaviotas,
¿qué pueden contemplar qué nosotros no vemos?
¿Acaso una estrella? ¿O quizás la lámpara que ruge
En algún lejano y perdido buque?
¡Ah, puede ser!
¡Hemos vivido en una tierra de sueños!
Y que triste parece.

Mi Vida, no queda nada por decir,
salvo esto: el amor nunca se pierde,
el filo del invierno desgarra el pecho de mayo,
y sus rosas carmesí brotan quebrando el hielo.
Los navíos de la tempestad
en alguna bahía encontrarán su muelle,
así como nosotros deberíamos hacerlo.

Y no queda nada por hacer
salvo besarnos una vez más, y partir.
No, no hay nada que debamos lamentar,
yo tengo mi belleza, y tu el arte.
No, que nunca comience,
un mundo no es suficiente
para dos como tú y yo.
Oscar Wilde