Desearía hablar con el espíritu
de algún antiguo amante, muerto
antes de que el dios del Amor naciera;
imposible creer que quien más amara entonces,
se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el Dios
ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
la costumbre, lo permite:
que yo deba amar a quien no me ama.
Es evidente que quienes lo hicieron Dios
no tenían esa intención,
ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
ya no es amor,
cuando no amo a quien me ama.
Pero todos los dioses modernos
buscan extender sus vastas pretensiones
y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
y priváramos a este niño de su divinidad,
ya no podría amar a quien no me ama.
Rebelde y ateo, ¿por qué susurro
cómo si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
o ensayar un castigo peor;
que ella a su vez me amara,
sería del todo insoportable
porque la falsedad es peor que el odio,
y falsedad sería si la que yo amo me amara.
de algún antiguo amante, muerto
antes de que el dios del Amor naciera;
imposible creer que quien más amara entonces,
se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el Dios
ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
la costumbre, lo permite:
que yo deba amar a quien no me ama.
Es evidente que quienes lo hicieron Dios
no tenían esa intención,
ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
ya no es amor,
cuando no amo a quien me ama.
Pero todos los dioses modernos
buscan extender sus vastas pretensiones
y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
y priváramos a este niño de su divinidad,
ya no podría amar a quien no me ama.
Rebelde y ateo, ¿por qué susurro
cómo si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
o ensayar un castigo peor;
que ella a su vez me amara,
sería del todo insoportable
porque la falsedad es peor que el odio,
y falsedad sería si la que yo amo me amara.
John Donne
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