sábado, 27 de noviembre de 2010

El humilde imperfecto


Recuerdo la vez que te vi, a lo lejos,
portando dos flecos a sendos lados
del cabello que parecían cascadas de
cisnes bajando los lagos. Fue un
relámpago de apenas segundos pues desapareciste
sin más a través de la vorágine
ciudadana. Quedé prendado de ti, pero
como todo en mi vida, te quedaste
en recuerdo sin ser señuelo que alimentar
mi ego. Estoy tumbado en la cama, compartiendo
este momento con aquellos que siguen
con calma mis versos. Mi libreta se
va llenando de palabras cada vez más cercanas
a un momento de ilusiones lejanas. Sueño
cada día con ser mejor obra para unos
infantes que me valoran como su padre,
mas ya va siendo hora de rescatar la
desidia y convertirla en insidia, para ser
mejor palestra en la educación de mis
miserias, pues aunque me ha dicho quien
me leía a diario no poder hacerlo hoy
en día, no pierdo la esperanza de llegar
a hogares que sientan los verbos
escritos por este humilde imperfecto como
bálsamo para dar por bienvenido su día.

Antonio Jiménez

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