lunes, 15 de noviembre de 2010

La incoherencia de enaltecerme


Ocaso, ver más allá de un despertar
mis ojos quisieran, pero siento el resplandor
de un odio repentino que ahoga mi estar
con rastro anodino, acostumbrado el candor
de un suave balanceo vomitar astillas al cielo.

A pasos de gigante un gitano quiso vislumbrar
el final del acantilado, pero su sorpresa
fue presa de un preso avispado por violar
la compresa del estado. La siguiente empresa
fue conducir por encima del túnel circular.

Pisa fuerte las marchitas hojas de margaritas
rodando por suelo manchado de sangre;
no te preocupes, no son de vírgenes amatistas
sino de buey de coral. Es cruel que desangre
la figura de un juez por ser inocuas las listas.

Especular ante la magia de un cristiano
es como mentir al mendigo de la puerta
de sacristía; todas las referencias a mano
ajena de robar una perra de arca desierta
alojada en ministerio indecente, es de insano.

A tiempo de tomar el café me siento
por ser condenado al ilustre yugo de ser hidalgo;
puede ser irascible e incluso un pensamiento
innoble pues maldigo el momento de ser tan mal trago.
¡Si supiera como enaltecer mi alma, mi fundamento!

Antonio Jiménez

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