lunes, 19 de julio de 2010

Pi y Margall y los Anarquistas



Pi y Margall no tuvo importancia únicamente en la política española, sino que ejerció una influencia fundamental en la formación ideológica de los militantes obreros. Antes de que en España existiese un movimiento social más o menos orgánico, un federal, Rubaudonadeu, servía de introductor a los anarquistas de Bakunin para fundar una sección de la Internacional en la Península.

El mismo Pi y Margall era socialista, un poco racionalista y filosófico, es verdad; pero entre los obreros de aquella generación forzosamente había de interesar mucho su actitud y tenían que tomarlo como ejemplo de sus orientaciones sociales.

Los dos hombres más eminentes del anarquismo militante en España, Ricardo Mella y Anselmo Lorenzo, el primero por haber hecho el aprendizaje de luchador en el campo federal y el segundo por haber extraído del federalismo materiales para la propaganda anarquista, debieron, sin duda, al federalismo, la mayoría de sus ideas.

Uno puede preguntarse: ¿El anarquismo, en España, viene en línea directa del federalismo? Si nosotros creyésemos (como algunos enemigos de Pi y Margall) que éste copió el deferalismo de Proudhon, diríamos que sí, porque el anarquismo debe mucho a este pensador, ya que toda la crítica social del anarquismo se ha extraído de la mezcla enorme de las ideas que es toda su obra. El anarquismo ha heredado, incluso, la falta de plan y las incursiones en el campo de la filosofía y de la moral hablando de temas históricos, políticos y sociales palpitantes.

Así, pues, para nosotros, el anarquismo no es necesariamente una conclusión del federalismo, pero ambos tienen algo en común: su sentido racionalista, su individualismo filosófico. Después cada uno ha hecho su propio camino. Los anarquistas, siguiendo los cauces abstractos del racionalismo y del individualismo, Pi y Margall encarándose con las realidades políticas y sociales, con su bagaje accesorio de espíritu filosófico.

Por no haberse dado cuenta de esto último. Que Pi y Margall tenía en cuenta, antes que nada –los hechos y las realidades en su actuación cotidiana-, sus enemigos no han vacilado en tacharlo de mal político, acusación evidentemente falsa.

Fue como político que consiguió la unidad del republicanismo español antes de la revolución del 68, fue como político que dijo cuáles eran los problemas de la República sin que nadie lo comprendiese, y fue como político que juzgó el problema de Cuba y de las colonias, y hoy podemos ver todos si lo hizo o no con sentido político y con sentido de la realidad.

Lo que probablemente quieren decir sus enemigos cuando le niegan capacidad política es que no fue, como sus radicalismos ideológicos hacían suponer, un político revolucionario. Y eso sí que sería verdad.

Pi y Margall, como dijo Silvela, uno de sus biógrafos, era un intelectual. Efectivamente, en su obra se ve un gran pensamiento; pero en ella falta, evidentemente, un gran problema de acción. Tiene una gran videncia de los problemas, pero carece de empuje práctico, le repugna entrar en conflicto con las voluntades, lo que precisamente es el oficio de todo verdadero revolucionario.

En este sentido, en que el político es antes que nada hombre de acción, Pi y Margall no lo fue. A un hombre de acción le interesa antes que nada “llegar”, sin mirar los procedimientos. Y Pi y Margall era hombre de principios, su conducta era inspirada por una moral. Esta forma en que en él se integraban sus diversas cualidades, ¿quiere decir que los principios eran un freno para la acción? De ninguna manera. Veía bien los problemas y sus soluciones, y además veía los problemas de orden particular, de honradez personal, como una síntesis que determinaba siempre su posición política. Los políticos “arribistas” le acusan, pues, no de desconocer los problemas políticos, sino de acompañar su compresión de preocupaciones intelectuales y morales. Por oposición a los “arribistas”, él sería un político “intelectualista”.

Por ser un político que veía los problemas en función de la inteligencia y del pensamiento, tenía siempre interés en mantenerse radical en ideas. Y cuando creó el partido le preocupó antes que nada crear un partido de ideas, de conciencias, de individualidades, pero indudablemente poco apto para la acción. Y eso ha sido el partido federal: un partido con un gran contenido ideológico, pero sin potencia activa, revolucionaria.

Es otra de las razones que explican por qué muchos hombres, no del partido federal, hablan de acuerdo con una educación federalista, ya que éste ha llevado, donde la acción ha sido propicia, sus influencias doctrinales.

Para que resulte bien gráfico este aspecto de Pi y Margall, puede establecerse un contraste entre él y Lenin. Este, hombre de principios también, se preocupaba siempre del radicalismo de las realizaciones, mientras que Pi y Margall se dejaba absorber por el radicalismo de las ideas. Y es que para uno el mundo era una unidad a través del individuo, de la naturaleza humana, y para el otro un antagonismo, cuya expresión era la lucha de clases. La traducción práctica de estas dos actitudes no podía ser otra que un pensamiento más radical cada día por una parte, y una acción cada día más radical también por la otra.

No, no puede haber sentido revolucionario sin una noción de los antagonismos sociales irreparables. El sufragio universal siempre será impotente para resolver ciertos antagonismos. Y así, si el anarquismo español ha recibido la herencia de los radicalismos de Pi y Margall, no se explicaría cómo ha podido hacerlo sin aliar la noción de la lucha de clases para hacer una realidad de aquellos radicalismos. Ya lo ha hecho, pero a veces se arrepiente de ello.

El prejuicio individualista pesa en lo que fue Pi y Margall en la realidad. La primera obra que han creído necesario editar los anarquistas, más o menos hijos de sus ideales, ha sido “Reacción y revolución”. Este dato nos permite confirmar la impresión de que el anarquismo español evoluciona entre el individualismo lleno de radicalismos abstractos, sin un principio de acción basado en los antagonismos sociales.

En el ideario pimargaliano podían integrarse el racionalismo filosófico y el individualismo burgués, lo que permite a un burgués adherirse al mismo, ya que no le obliga a la acción; pero observamos que la visión de sus problemas, hasta donde lo permite la inteligencia de su tiempo, es “empírica”, para usar una expresión de Marx. Pi y Margall, político, se aparta de toda abstracción filosófica. Nada de soluciones basadas en ideales cuando el problema de Cuba, la independencia.

Por una parte, un excesivo intelectualismo ha conducido a renunciar a la acción; por otra, un excesivo individualismo ha producido casos de diletantismo y morbosidad como el de Laurent Tailhade; y era inevitable. Cuando una idea supone necesariamente, antes que nada, una afirmación individual, al convertirse en acción adquiere siempre una forma de expresión biológica.

R. Jové

L’Opinió, num.33, 29 de septiembre de 1928

3 comentarios:

  1. Hola Polonius, gracias por el artículo, una pregunta si me permites ¿el artículo es una transcripción de la referencia que pones mas abajo? "L’Opinió, num.33, 29 de septiembre de 1928" Un saludo

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  2. Muchas gracias. Estoy haciendo un trabajo sobre la relación entre el federalismo de Pi y Margall y el anarquismo, para lo que este texto me ha sido de gran ayuda, si tuvieras mas textos, o info. sobre el tema te lo agradecería mucho...
    Un cordial saludo

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