viernes, 9 de julio de 2010

Voltaire y su peluca



Hubo un tiempo en que la autodestrucción se me presentó como la mejor y más “poética” forma de pasar a mejor vida. Por supuesto, yo que soy muy nervioso ya de por sí y le tengo pánico a alucinaciones, palpitaciones, ir contra la ley y demás gozadas que te pueda proporcionar cualquier droga entendida como sustancia nominativa en su rasgo más característico, sólo me autodestruía con whisky, cerveza y ron. Me gustaba darle marcha al estómago, hígado y páncreas, amén del cerebro. Y luego siempre me han dicho que me gusta poco la marcha. Esto es un ejemplo de que poca gente ha conocido verdaderamente el interior de mi persona.

Me gustaba estar sólo, me recluía en bares donde la gente se caracterizaba por ser medio sorda y hablar casi a gritos. No sé por qué, pero era en esos sitios, donde no paraban de mirarme y preguntarse, ¿quién cojones es este tío? donde mejor me sentía, sobre todo porque enchufaba mi viejo discman, escuchaba cualquier Cd que llevara en ese momento y me pedía Barceló con coca cola hasta que fundiera todo el dinero que llevaba. De media, solían ser unos 15-20, pero tampoco los llevo anotados. Casi siempre era más de una botella, eso sí lo sé porque el camarero del lugar, que ya me conocía, siempre me lo decía. Era el único de los parroquianos que bebía Barceló.

Una vez, tras agotárseme el dinero, leer 12 veces el periódico y cambiar 2 veces las pilas al viejo discman, prever que ya era la hora de irme porque ya estaban barriendo el local, eran las 03:23 de la mañana y a las 07:30 tenía que estar trabajando, salí de aquel local y me dispuse a ir a casa. Ni que decir tiene que estaba bastante puesto. Yo no andaba, al menos no recuerdo haberlo hecho. Más bien me acuerdo estar flotando. Y cuál fue mi sorpresa que, tras saltarme un semáforo porque estaba en las nubes, choqué contra algo. El choque fue monumental. El viejo discman pasó a ser el defenestrado discman, yo me encontré en el suelo con un amasijo de estropajo en mi cara, como si un montón de nanas estuvieran a punto de darme estopa allí delante de mis ojos vidriosos.

Al cabo de un rato alguien me quitó furiosamente el estropajo de mi cara y, entre brumas conseguí distinguir que se lo ponía en la cabeza mientras se producía en mí una sonora carcajada que fue rápidamente disminuyendo en risita debido a mi escasa capacidad pulmonar. Al poco rato veo que se me acerca y empieza a hablarme en un francés tan refinado que yo no entendía ni papa. Solo podía seguir riendo y de vez en cuando, del esfuerzo, soltar pedos por culpa de los gases de la coca cola, o simplemente porque la situación me relajaba el esfínter, vaya usted a saber.

-Macho, que no te entiendo- conseguí decir entre risas y lágrimas.
-Une merde d’spagnol- me contestó, y esto si lo entendí.
-Oye, para el hip…-mierda, ahí ya me entró el hipo, y cuando me entra el hipo etílico, me puede durar horas, que coñazo puede llegar a ser.
-Soy Voltaire- me dijo.
-Y que buscas en España hip… sol no será, porque hip… es de noche hip…
-Buscó desenmascagar al infamé- Y se fue otra vez flotando.
-Shiquillo, que te has hip… fumao… hip… - Y allí me dejó.

Ahora, con el paso de los años, y al recordar la anécdota, no solo se me viene a la cabeza su nombre, que por cierto, vaya nombre más raro y que búsqueda más tonta, en fin, a mi una noche me dio por querer buscar petisos carambanales después de leer un tebeo de Superlópez. Supongo que el infame será una especie de doctrina mundial en la que, quizás en alguna entrega de vete tú a saber si de algún cómic o cuento con tirada ultra millonaria en números, pudiera morir algún villano incluso después de sufrir por, no sé, por lo que han hecho supuestamente otra gente. Seguramente unos 300 años más tarde, y con la codicia más poderosa que ha visto ser humano, se crearía un grupo de paladines dispuestos a lograr su bien personal a base de propagar las enseñanzas de aquel villano. Quién sabe, sé que es un ejemplo tonto el que he puesto, pero también fue tonta la forma en que cayó a mi cara la peluca de aquel señor. Por cierto, ahora que caigo, se fue sin pagarme mi viejo Discman… Mecachis…

2 comentarios:

  1. Pues además de ese pelucón de escándalo, vaya carilla de viciosa que tenía el tío ese, por cierto, él fue quien invento los voltios ¿no?...

    BeXotes

    Ah!!! Moi je peux parler un petit peu français aussi mon cher amie...

    Xim

    ResponderEliminar
  2. No hombre, ese fué Volta... este fué un filósofo francés precursor de la enciclopédia junto a Rosseau. Era Deista y en sus escritos filosóficos se mostraba contrario a la figura de Jesús, al que llamaba el infame.

    Besos

    ResponderEliminar