viernes, 16 de julio de 2010

Gilbert Keith Chesterton



Gilbert Keith Chesterton fue periodista de vocación sin terminar la carrera, autor de cerca de 80 libros, un centenar de poemas, alrededor de 200 cuentos e innumerables ensayos, artículos y obras menores gracias al, como ya he dicho, oficio de periodista. Persona o personaje curioso, fue agnóstico hasta su boda con Frances Blogg, anglicana practicante, quien persuadió a Chesterton de sus agnósticas creencias e hizo que se refugiara en el Cristianismo, hecho que hizo con un fervor inusitado, llegando incluso a escribir un ensayo que llevaba por título “¿Por qué creo en el Cristianismo?” Sin embargo, fuera de toda discusión, es su innegable sentido del humor y su visión ácida de las cosas, que lo llevaba a utilizar mucho las paradojas, siendo característico de él comenzar sus escritos con alguna afirmación que parece de lo más normal, y haciendo ver que las cosas no son lo que parecen, y que muchos dichos se dicen sin pensarlos a fondo, lo que hace de él un gran literato. Es por ello que cabe destacar que siempre se apoyaba en la argumentación que en su definición latina se conoce como Reductio ad absurdum.

Un personaje muy conocido de G.K. Chesterton es el Padre Brown. Compuso alrededor de cincuenta relatos con este personaje de protagonista entre 1910 y 1935. Luego se recopilaron en cinco volúmenes. El Padre Brown no era más que un sacerdote católico de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, acompañado siempre de su gigantesco paraguas que suele resolver los crímenes más enigmáticos, atroces e inexplicables gracias a su conocimiento de la naturaleza humana. La paradoja del personaje se daba porque donde se invocaba la presencia de lo sobrenatural para dar una explicación a lo sucedido, él siempre encontraba una explicación sutil y ordinaria al hecho, quitándole todo el velo de insolubilidad al asunto.

Pero también es conocido por otras obras, como por ejemplo “El Napoleón de Notting Hill”, que sirvió de inspiración a Michael Collins en su defensa irlandesa contra los hijos de la Gran Bretaña. A éste le siguieron otros volúmenes críticos como “Dickens” o “G.B. Shaw”.

Iba perfilando sus opiniones, con un aire acentuadamente polémico y no exento de humor. Combatía contra todo lo que consideraba errores modernos: desde el racionalismo al cientificismo que se oponían al sentido común y a la fe; a la crueldad de la civilización industrial y capitalista, los consideraba el ideal social de la Edad Media. “Ortodoxia” trata sobre su evolución espiritual (la que más tarde lo llevo al seno de la Iglesia Católica) En “Que mal está el mundo” criticaba los problemas sociales, y su novela más conocida, “El hombre que fue Jueves” es a su vez una alegoría sobre el mal y el libre albedrío de una sociedad capitalista como lo era según él la que se vivía en la época.

En 1925 publicó “El hombre eterno”. Dividido en dos partes, una primera trata de la humanidad hasta el nacimiento de Jesús y la segunda desde entonces hasta el año de su publicación. El libro nació como respuesta a uno publicado por H. G. Wells sobre la Historia de la Humanidad, el cual Chesterton criticaba que la parte dedicada a Jesús era ínfima. Algunos afirmaron que este libro fue más transcendente a causa de su influencia en literatos de la talla de C.S. Lewis y Evelyn Waugh.

Recientemente la derecha de este país utilizó su apellido para nombrar una publicación mensual que aglutinaba las firmas de los pesos pesados del pensamiento más cerril de este país. Dentro de sus páginas podías encontrar artículos de gente tan discreta como César Vidal, Pío Moa, Alejo Vidal-Quadras, Ricardo de la Cierva, David Gistau, Ana Samboal o José Antonio Fúster. Como podéis ver, lo más granado de nuestra sociedad. Por suerte se ve que seis mil publicaciones al mes no son suficientes para estos impenetrables y se quedaron con sus pensamientos huérfanos de kiosko. Pero están aquí amenazando con la edición digital. Que San Durruti nos coja confesados.

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