miércoles, 29 de diciembre de 2010

Muere un locutor de Intereconomía ahogado en su propia mierda

 
 Si estaban ustedes viendo el canal Intereconomía el viernes por la noche (lo que sería raro porque, si son ustedes las madres de los presentadores, a esas horas deberían estar atendiendo el meublé, y si no lo son, es inexcusable), quizá aún busquen una explicación al fenómeno protagonizado por el presentador Eduardo Cortés Raya. Inmerso en una de sus furiosas invectivas, rojo de rabia y con venas hinchadas como dedos, por la comisura de los labios y por las fosas nasales empezaron a brotar sus propias heces, hasta que su cráneo explotó debido a la presión de la mierda que tenía en la cabeza.

Además de la muerte de Eduardo, tres personas tuvieron que ser hospitalizadas por contusiones, al ser impactados por fragmentos de hueso y materia marrón despedidos por la explosión.

El equipo técnico del programa Santiago y cierre asegura que el fenómeno, aunque «más vistoso» de lo que esperaban, no les pilló de improviso. «Cuando le veíamos coger esos calentones, temíamos que le ocurriera algo. Pero también decidimos no avisarle porque teníamos curiosidad y verlo sería gracioso.» Dos médicos distintos habían diagnosticado ya a Eduardo Cortés diarrea verbal, síndrome muy extendido entre los presentadores de Intereconomía. Pero Eduardo, lejos de moderarse, se entregaba aún más a cada diatriba. Por fin, un discurso sobre «ese gobierno de rojos que ha secuestrado a España», en el que de algún modo consiguió enzarzar insultos a los maricones y vivas a Cristo Rey, venció su organismo.

Eduardo Cortés Raya será añorado especialmente en su club de toda la vida, el Regina, donde las parroquianas guardan grato recuerdo de él: «Siempre pagaba una generosa propina para que no nos riéramos de su micropene, cosa que nosotras casi nunca conseguíamos», cuenta Salomé, entre risas nerviosas causadas sin duda por el dolor. Eduardo deja, además, un hijo, del que nunca pudo despedirse, puesto que cuando lo llamaron para que fuera a recoger el cuerpo hacía treinta años que no se veían. Este hijo, por cierto, fue detenido poco después por una patrulla de policía al sorprenderle lanzando un bulto de con forma de humano decapitado al contenedor de la basura orgánica, hecho este que, seguramente, no guarda ninguna relación con todo lo anterior.

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