viernes, 3 de diciembre de 2010

La sirena


Nunca consideré un abandono
el que me abandones
bajo la brisa
de un lucero
que se marchita
trayendo aguaceros al margen que grita
mientras te sientes
herida
por la consiguiente salida.

Creo recordar tiempos mejores en
otrora a merced
de compases
que alimentaban el cuerpo yaciente
de tu majestuosidad
ardiente, mientras te
contemplaba
aunando las ganas
de poseerte.

Luego cubriste el lago con sales
de aguardiente
llamándome
imbécil
por sonreír a la luna naciente
mientras querías
amores trufados
de sentimientos
que no contemplo
como ejemplo.

Al final de la serie el galán
te conquistó
con planes
de desplantes a un futuro con cierto renombre;
así fui llamado otra vez
por la solitaria
sirena
que siempre colma
mi pena.

Antonio Jiménez

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