martes, 14 de diciembre de 2010

El divino de los siglos


Es justo desprecio el que quieres causarle,
mas lo divino de casta os viene arrogante
pues la miseria en consideraciones al osarle
desplante por miedo a su talante es, ciertamente,
el horror que os causa lo crucial en vida causada
por ciclos de gestación que no quieres ni elucubrada.

El manejo de nervios suscito al genio de un violento
ser que declina tormentos tomados del tiempo es molesto
a la par que ingrato, pero es poco el precio si lo piensas
un poco; los designios que dan lustre al ingenio son procaces
derivando su incierto sello. Está bien escrito en prensas:
Clamar por aire del vicio un silencio es buscar paz en los mordaces.

Ahora bien, sacrificar el arte por compases sin talento
es desinflar neumáticos con el muelle por responso. Todo
es debido a algo como ese algo se debe a un todo. Es ultrajante
sacar conclusiones de un vacío como llenar el sentido de lodo;
buscar consuelo en artificios de contar estrellas es inútil,
como usar fregona para secar el río que se declina ante ti.

Pero usar el intelecto como resultado de un verbo
es lo más parecido a crear en vida situación querida;
decir a viva voz que creo en mí es de ignorante, pues llevo
con desplante los infortunios que acompasan mi triste ruina;
compás de despunte lo que mi pluma dibuja con ansia
queriendo decir glosa de honor, mas creo crear cosa fría.

Me situaron a la siniestra de un señor con fauces
sangrientas. Quise santiguar mi sed con el dominio de las
carnes pero mi pecado estaba otorgado y ruin era la forma
de darle agrado. Me senté a la zurda y sentí un escalofrío
sólo al sentir su aliento divino. No era de esta época,
ni de esta dimensión. Era mi creación echa carne por los siglos.

Antonio Jiménez

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