Quiera tu nombre de rubí en un instante
sopesar las fuerzas de mi intelecto y huir
al rincón de lo establecido en busca de estante
para colocar pan y vino, mal ejemplo a reunir
por ser combate de gamos; vuelvo mis pasos
y convoco los responsos al valor de cien pesos.
Sé lo equivocado que estoy y no soy más patético
por no aflorar en mí más vidas de la marginal
que ya vivo. Nadie quiere cábalas conmigo y platico
cosas incoherentes por nebulosas crecientes, mas venial
es el recibo de todo lo aprendido. Nada es provecho
y nadie es converso en prórrogas de verbo hecho y derecho.
Ahora la circunstancia es invisible y la duda visible
pues añoro los paños que arreciaban mis partes;
con el tiempo volveré a usarlos, todo es divisible,
hasta la carne del hueso. Sólo han de creer al martes
como miércoles, y éste como día innoble,
ya que hasta en la sociedad la suciedad es noble.
Con cincuenta céntimos compraré la cuerda
que recuerde el final del postre. Partiré sin rumbo
fijo ya que los gusanos solo divagarán a quien muerda
con más fiereza. Será un concurso brillante al mundo
menos caótico que rozará mi legado. Todo salpicará
a quien grato recuerdo guarde de aquel que ya no brillará.
Antonio Jiménez
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