En la oscuridad del ocaso
busqué consuelo sin adivinar
apenas contrabando de escaso
limen espeso de dueño ejemplar,
machos bravíos que siempre sabían
repuesta sabia a palabras necias
y vacías; cuando yo me preguntaba
cómo el resultado de un cómputo
computable era resulta de la estable
comunidad que abastecía la puta
amable, siempre me contestaban con un:
“los caminos del señor son inescrutables”.
Siempre quise mantenerme al margen
de modas, idas y venidas, locas y tropas,
mas la sucia ramera que retiró mis
libertades a reductos de equilibrios malabares
quiso también privarme de dote al dotarme
de gaznate ligero y pasión por una bebida
que me embrutece y entristece, pues
no solo es depresora y represora,
sino que dota de locura y espesura a
una mente que sería menos demente
si no la hubiera probado.
Os confieso que mi tristeza es tal
por estar condenado a pasar
el resto de mi vida con las ganas
de probar tan delicioso néctar
y saber a ciencia cierta que me sienta mal,
ya que no solo es por la medicación que tomo
-reacción fatal-
otros factores influyen a la ebriedad
ya que cuando empiezo con la primera copa
he de llegar hasta el final,
y no es otro que caer redondo
sin recordar
si hice o deshice,
si puse o dispuse,
si dije o desdije,
si la cagué a fin de cuentas…
Y es una puta mierda, y lo digo en serio,
a pesar de que en “Los poemas del alma”
digan que uso verborrea malsonante,
pero es una verdadera putada
gustarte una cosa y no poder probarla.
Dejo pasar los días y mi ánimo confío
pase a mejor pues no es agradable
ni deseable
estar todos los días triste y amargado
por querer algo tan trivial
como es la bebida.
Confío en mi buen juicio, pese a lo vivido
y no cambio estabilidad por caldo bebido.
Antonio Jiménez
A veces hay ciertas cosas a las que nos cuesta mucho resistirnos... es inevitable, aún cuando sabemos que es prohibido, ilegal o engorda, como dicen por ahí. En mi caso, es lo que engorda, me puede un pastel, un chocolate, un helado, las comidas sin postre no tienen sentido para mí y sé que me hacen alejarme de mi aspecto habitual por uno más tipo venus de willendorf y que yo sepa, el paleolítico pasó hace rato, pero ya ves, me cuesta y mucho..., lo sé, no es lo mismo... comer pasteles no me da una excusa para hacer idioteces o decirlas, esas todas las hago yo solita sin azúcar añadido, con todo el amargor que representa el estar decepcionado de las cosas y que no hay pastel que sumerja todo eso en el olvido... pero como le decía a uno hace un rato, hoy me como el mundo, aunque mañana a lo mejor, quiera vomitarlo. Besos.
ResponderEliminarMi querida amiga, haces bien en comerte todos los postres del mundo y todo el mundo de postre. Si bien las Venus de Willendorf o las grácias de Rubens no son los prototipos de hoy en día y nos quieren atormentar en un mercado de consumo en el que la talla predominante es la de Kate Moss, no te preocupes por si eres la modelo ideal de un prehistórico escultor al uso de aquella época, lo que cuenta es quererse uno mismo y lo demás son superficialidades ideadas por mentecatos que se creen dueños del mercado por idear anuncios pesados. La única vez que he ido en mi vida a un endocrino estaba el pobre hombre tan orondo que comprendí que la cuestión no es estar delgado, la solución es encontrar una tienda donde vendan ropa de tu talla. Besos dulces.
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