El silencio, cruel inundación
de una miara de mutismo
que eleva mi alma en atención
de una soledad clavada al victimismo.
Soportar mi desconsuelo por algo más
que pena es como derivo mi sainete,
pues ni alargando mi mano al compás
de quererte alcanzar se ve mermada mi suerte.
Paso los días tumbado en la cama
sin más condición que pensar una razón
de querer ver calmada mi pobre alma
su constricción de perder el tiempo de reacción.
Esta tristeza que me embarga no la quiero
ni debo mantenerla por más tiempo. Causa
efecto en un denostado espíritu el miedo
por realizar cambios, pero es efecto de raza.
Ni cogen mis llamadas, ni aludidas por una
franca amistad se sienten quien recibe mis cartas,
estoy abocado a un serio número singular,
cansado ya de llorar, sea mi futuro de este par.
Sigo manteniendo si debo escribir sobre mí
o dejar de hacerlo. Son tristes momentos
estos que se refieren a estar sin ti,
pero debo asumir el hecho de tales tormentos.
Antonio Jiménez
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