domingo, 24 de octubre de 2010

A la Imaginación (Emily Brontë)



Cuando agotados de la extensa jornada,
y del terrenal cambio del dolor por el dolor,
perdida, dispuesta a la desesperación,
tu cálida voz me convoca de nuevo;
mi sincero amigo, nunca estoy sola
si tu presencia y ese tono me acompañan.

Sin esperanzas descansa el mundo sin tí,
el mundo sin este doble de mí;
tu mundo de astucias, odios y duda,
de frías sospechas sin lugar,
donde tú, yo y la libertad
disfrutan una soberanía muda.

Lo que importa es que todo alrededor,
peligro, angustia y oscuridad,
no rompen las cadenas de nuestra soledad
donde habita el cielo en su esplendor,
alimentado por diez mil rayos eternos
de soles que no han conocido el invierno.

La razón sin dudas habrá de objetar
por la triste realidad de la naturaleza,
explicando que el sufrimiento del corazón es vano,
y que sus preciados sueños deben perecer;
la verdad con rudeza busca asolar
las flores de la fantasía que tímidas asoman.

Pero tú siempre serás el que trae
las cerradas visiones que retornan,
el aliento de nuevas glorias caídas en primavera,
llamando a la vida de la muerte,
susurrando con la divina voz
de un mundo real y brillante como tú.

No confío en la dicha de tu fantasma,
pero en las horas quietas de la noche,
con un incesante agradecimiento
te doy la bienvenida, bendito aliento,
fiel asistente de los humanos deseos,
la más brillante esperanza
allí donde la esperanza muere.
Emily Brontë

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