lunes, 19 de abril de 2010

Movilidad del dinero



Una vez el capitalista pone el capital necesario para comprar la materia prima y el asalariado, comienza a elaborarse la mercancía. Entonces mediante la ley de la oferta y la demanda se produce en progresión geométrica, sale ésta al mercado y viene el tiempo de la venta en el cual hay que sacar el máximo beneficio de la producción. Para facilitar el cambio comercial nació el dinero, puente para unir las transacciones de los diferentes productores. El dinero nació única y exclusivamente como elemento de cambio, pero el sistema capitalista lo convirtió en elemento de lucro. Las causas fueron la avaricia, la ambición, la usura. De esta forma los grandes capitalistas han hallado la forma de vivir sin trabajar.

Prestar al que no tenía; pero prestar no como favor, no como una ayuda, todo lo garantizada que se quiera, pero ayuda al fin y al cabo, sino como un negocio a elevadísimos intereses.

Otra de las características del dinero es su movilidad. “El dinero se ha hecho redondo para que ruede”. Todo atesoramiento de dinero es terriblemente perjudicial para la nación. Y no se diga que el pequeño atesoramiento no perjudica: una sola moneda puede dar infinitas vueltas, luego su valor es infinito. El dinero es un vehículo de cambio y un elemento de riqueza, luego ni se le puede convertir en un elemento de lucro ni se le puede tener quieto.

Así, pues, el dinero es la fuente y el símbolo del capitalismo. Pero para que los medios de producción materiales, es decir, las máquinas, los utensilios, den el máximo rendimiento, hay que revisarlos constantemente arreglando sus averías y teniéndolos en perfecto estado de conversación, es decir, el capitalista ha de contar con unos “gastos de conservación”, ínfimos en comparación con lo que va a seguir ganando. Por otro lado cabe la malsana idea de acusar al asalariado o al capataz del deterioro de las máquinas intentando así que el propio obrero cargue con las consecuencias.

Por último, sucede que las mercancías no son vendidas en el acto de su salida al exterior y entonces se acumulan en los almacenes esperando el turno de venta; se forma así una “reserva general” de productos de la nación y una “reserva particular” de las mercancías de cada comerciante.

Desde el lugar de producción y de acumulación de mercancías y el lugar de venta o exportación media una distancia; esta distancia se ha de cubrir con los medios de transporte habituales; se originan así los llamados “gastos de transporte”. Pero esos gastos de transporte no hacen sino encarecer el producto, por cuanto hay que cargarlo al precio global del mismo y además la mercancía se somete de esta forma a los beneficios abusivos de unos intermediarios.

Capítulos V y VI del libro segundo de “El Capital” de Karl Marx.

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