sábado, 17 de abril de 2010

Asno de Buridán



Con este nombre se atribuye a Juan Buridán la formulación del siguiente problema o paradoja: "Un asno que tuviese ante si, y exactamente a la misma distancia, dos haces de heno exactamente iguales, no podria manifestar preferencia por uno más que por otro y, por lo tanto, moriria de hambre". La paradoja ha sido formulada para mostrar la dificultad del problema del libre albedrío cuando éste se reduce a un liberum arbitrium indifferentiae. De no haber una preferencia no puede haber elección.

Se puede preguntar si es legítimo tomar como base un hecho empíricamente imposible. Luego se puede argüir que pueden existir ciertas preferencias no manifestadas en la situación tal como ha sido descrita: por ejemplo, la preferencia a no morirse de hambre, lo cual induciría al asno a comer cualquiera de los dos haces de heno. Finalmente, se puede alegar que las elecciones no necesitan ser siempre razonables. En cualquier caso, sin embargo, hay que reconocer que la paradoja del asno de Buridán es sumamente instructiva: analizarla como es debido requiere revisar por entero las dificiles nociones de elección, preferencia, razón, voluntad y libertad.

Nicholas Rescher que ha estudiado más a fondo que nadie la historia y la lógica de la citada paradoja, ha puesto de relieve que ésta tiene una antigua historia. Ésta puede resumirse en tres fases: el período griego, el árabe y el cristiano-medieval-escolástico. En la primera fase la paradoja tiene un a forma cosmológica y se halla fundada en el problema del equilibrio. Esta cuestión fué tratada por varios autores, tales como Anaximandro y Aristóteles. Posiblemente a través de los comentaristas del Estagirista el problema pasó a los árabes. Algazel lo trató desde un punto de vista teológico, planteándose el problema de la Voluntad divina y de la razón (caso de haberla) de haber preferido un mundo más bien que otro. Al criticar a Algazel, Averroes se ocupó asimismo del problema y lo mismo Santo Tomás . Sin embargo, los escolásticos dieron a la discusión un giro ético -el mismo que aparece en la formulación que hoy se considera clásica-. Buridán mismo se ocupó del asunto en este sentido, justamente al comentar el tratado aristotélico De caelo, pero no hablo de un asno, sino de un perro, por lo que, si se quiere seguir atribuyendo a Buridán el origen de la paradoja habría que hablar del "Perro de Buridán".

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