martes, 20 de abril de 2010

Ex Nihilo Nihil Fit




El principio de que nada procede de la nada (es decir que algo no puede venir de nada) fue sostenido con toda consecuencia por los eleatas. Parménides señala que del No-Ser (“Nada”) no puede hablarse siquiera en virtud del principio de que sólo el Ser es; el No-Ser (la Nada) no es. El Ser ha sido siempre (donde “siempre” no significa “todo el tiempo”, sino más bien eternamente). Meliso de Salmos señala que el Ser no puede originarse o engendrarse, pues en tal caso debería surgir de la nada, pero si fuese nada, no podría engendrarse de la nada [el fragmento es considerado por muchos como una paráfrasis]. Para Aristóteles no se engendra tampoco nada del No-Ser, pero siempre que este No-Ser se entienda como un simpliciter; en cambio, puede surgir algo de la privación, en tanto que ésta es privación de algo. El principio de que nada surge de la nada fue afirmado insistentemente por los epicúreos.

Los autores cristianos, en tanto que mantuvieron la idea de que el mundo ha sido creado de la nada por Dios, no podían sostener con toda consecuencia el principio de referencia. Sin embargo, se ha sostenido este principio en lo que se refiere a las cosas creadas. Para el mundo natural, en efecto, es cierto que ex nihilo nihil fit: “ningún ser creado puede producir un ser absolutamente”; lo que sucede es que el mundo mismo en su totalidad, como Ente que es, ha sido creado (Cfr. Santo Tomás, S. theol., I q XLV, art. 5). Alberto Magno sostuvo, al tratar la cuestión de la eternidad del mundo, que cuando se habla de las cosas naturales en el lenguaje natural se puede decir que nunca ha cesado ni cesará la generación.

Se dice, es verdad, que mientras la idea de que el mundo ha sido creado por Dios es una verdad absoluta, la idea de que de la nada no ha surgido nada es una verdad “probable” –a diferencia de los griegos, para quienes era un principio absolutamente evidente e incontrovertible-. Pero hasta qué punto ciertos autores se acercan a la tesis del ex nihilo nihil fit como principio verdadero más que como tesis probable, es todavía difícil determinarlo en virtud del modo “ambiguo” adoptado en algunos de sus textos. Algo semejante puede decirse de los filósofos de la llamada “Escuela de Padua” tales como Pietro d’Abano, Agostino Nifo y otros.

En la época moderna se ha hablado casi siempre como si el principio ex nihili nihil fit fuese irrebatible, sobre todo en la medida en que los pensadores se han ocupado de cuestiones filosóficas y científicas más que de cuestiones teológicas. Es cierto que al llegar a ciertos límites que rozaban estas últimas cuestiones se suponía con frecuencia no sólo que el mundo ha sido creado de la nada, sino inclusive que su existencia depende de una creatio continua (Descartes) o, si se quiere, de la continua presencia de Dios como Espíritu universal (Bekerley). El principio que aquí nos ocupa ha servido de hipótesis última a no pocos de los desarrollos de la ciencia natural moderna, especialmente de la mecánica, y en muchas ocasiones ha sido vinculado estrechamente al determinismo. Hoy día no se es tan dogmático en la materia, pero sólo porque se reconoce que un principio como el apuntado es demasiado vasto para enunciar algo determinado sobre los procesos naturales; dice poco justamente por pretender decir demasiado.

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