Hoy me he levantado diez minutos antes que ayer, o sea, a las 8:50. Sería de celebrar si no fuera por el hecho que después de desayunar mi madre me puso de los nervios y ni siquiera el ordenador me consolaba. ¿Y qué hice?... exactamente, tumbarme en la cama, a pesar de que Juan me dijo que no quería que me acostara más, mi madre me puso de tal manera que mi cerebro solo concebía la magnificencia de la cama. ¿Y qué hizo mi madre? Nada. Preguntarme una y otra vez como me encontraba, que porqué no salía a la calle, que porqué me quedaba en casa, que porqué no iba con ellos a su casa a ayudarles a pintar la habitación de invitados que tiene humedades de lo que ha llovido este invierno, que si me voy a duchar, que en la calle hace un día muy bueno, que porqué no salía entonces… eso me lo pregunto unas 7 veces entrecruzadas con otras preguntas. Mi madre sabe que me saca de mis casillas tantas preguntas pero ella es incapaz de no hacerlas. No se, mi padre tiene su obligación de aguantarla, pero yo no. Yo ya tengo 38 años, y vale, estamos de acuerdo que estoy enfermo y debo estar bajo su supervisión porque si no soy adicto a meter la pata, pero de ahí a tener que aguantar sus constantes preguntas hay un mundo. Y me tumbé en la cama, eso si, no me acosté, o sea, no me arropé. Creía que así le fallaba menos a Juan. Me sentía mal, pero pensaba que era provisional, ya que mis padres se iban a su casa a pintar la habitación de invitados. Pero una vez en la cama era como si pesara 700 kilos. Me sentía fatal. No paraba de pensar en que otra vez estaba en las mismas, en que iba a terminar allí todo el día, en que no iba a escribir la entrada diaria en el blog, que lo que Juan me había pedida apenas tres días antes ya le había fallado, que seguía en el fondo del pozo. Cuando más pensaba, más hundido me sentía en la cama. Era como si su centro tuviera un imán y él atrajera los 700 kilos todos desparramados en su superficie. Pero llegó la solución en forma de llamada telefónica. Al otro lado estaba mi amigo Liza, diminutivo de su apellido Lizaranzu. Es mi mejor amigo, el que siempre ha estado ahí, el que nunca me ha fallado. Quedamos para salir un rato al Junior B, que es un Bar que hay en la plaza alta y baja de Lucena, la ciudad donde resido. Ya sé que es contraproducente para un alcohólico ir a bares, pero yo siempre me quedo en la calle, siempre va el u otros amigos a pedir.
Hacía mucho, pero mucho tiempo que no salía. Si digo un año no exagero. Mi pobre amigo cada dos fines de semana, que es cuando suele venir, ya que vive en Sevilla, me llamaba al móvil para quedar conmigo, y yo siempre le ponía alguna escusa tonta, eso si le cogía el móvil, que la mayoría de las veces ni me dignaba a contestar. Pero hoy me vino como agua de mayo. Al verme todos han coincidido que me ven más gordo. Yo me he excusado diciendo que son las medicinas. Otra de mis mentiras. Es que me he abandonado como una vieja Diva decrépita que ve fraguada su ilusión por vivir ya que no se reconoce por el paso de los años y se deja cual escoba en un trastero. Otra cosa que me han recriminado es que hablo mucho menos que antes. Y tienen toda la razón. No sé qué puñetas me pasa pero desde que me dejó mi segunda ex hablo menos. Tengo un miedo irracional a lo racional. Me importa un montón quedar en ridículo. Creo que a nadie le importa mi opinión. Pero eso mismo me pasa en las terapias de la asociación. No se, aquí, con el teclado bajo mis dedos escribiendo para este blog que no se si va a leer alguien aunque lo publicite en la asociación, no me cuesta para nada expresarme. De hecho espero que esto me sirva de trampolín para quitarme de una vez ese problemilla de comunicación y poco a poco vuelva a ser el de antes. Porque yo, que leo todo lo que pasa por mis manos y por delante de la pantalla, que buceo por internet sin escafandra leyendo mil y un blog de las temáticas que a mi me interesan, más temas de conversación que puedo tener, no veo. Es solo inseguridad. Es como la inseguridad que tengo de salir a la calle porque me vean gordo. Como que le voy a importar a los demás tres pimientos para que se fijen en mi. Pues soy tan tonto que me importa. Y eso es por lo perfeccionista que soy. Lo quiero aplicar en mi, y debo empezar a aplicarme que soy el más imperfecto de los mortales. Debo hacer lo que hace todo el mundo, o por lo menos la mayoría, empezar a quererme un poco, y por ende, dejar que los demás me quieran. Debo derribar este muro que me he construido yo solito para que los demás no me molesten y no me hagan daño cuando no sirve nada más para impedir recibir el cariño de los demás. La ranura por donde se infiltra el daño la dejé hecha desde el principio y cada vez está más grande. Esa es la que debo reparar. Recuerdo al leer el caballero de la armadura oxidada que conforme iba superando las pruebas que en cada castillo se le presentaban, se le iba desprendiendo una parte de la armadura que con tanto ahínco se encargo de ponerse y dejarse puesta hasta que se le oxidó con el paso del tiempo y ya le resultaba imposible desprenderse de ella. Yo tengo esa armadura oxidada encima, solo que la mía es de un grosor superior al del relato de Robert Fisher. EL CABALLERO DE LA ARMADURA OXIDADA (por si os lo queréis descargar en formato Word y leerlo. No tiene desperdicio y es muy ameno). Espero que la creación de este blog sea una prueba y se me caiga un pedazo.
Lo que peor he llevado de la salida de hoy es que todos mis amigos bebían alcohol, y yo bebía bitter kas. Menos mal que tenía el original y no esa versión dulzona de la marca coca cola que prefiero no acordarme como se llama. A ellos no le sientan mal el alcohol y a mi sí. He de pensar así. No he de sufrir pensando en la suerte que tienen ellos y yo no. Así nunca avanzaré. Pensaré que soy un diabético más y que lo tengo tajantemente prohibido. Son muchas las cosas que he de cambiar dentro de mi cerebro. Bueno, dentro y fuera. He de adelgazar. No quiero quedarme así. Quiero ser atractivo para las mujeres, que caray.
Bueno, he reescrito esto de nuevo, pero como dije en la entrada anterior, no tiene nada que ver con lo que escribí antes. Ah, por cierto, vi la película. La recomiendo encarecidamente. No es para nada una historia de amor, de hecho ella no cree para nada en el amor y el si, por ello no funciona su relación. Pero cuando ella no cree en el destino ni en el amor a primera vista, se le presenta el que se convierte en su marido en su marido. Y el cuando deja de creer en eso, se le presenta su Autumn (otoño en ingles). Por cierto, la chica de la película se llama Summer (verano en ingles). Si, es ironía. Desde el principio la película es una ironía constante. Por cierto, la escena cuando el le ve el anillo de pedida a Summer y sale corriendo escaleras abajo a la calle y una vez en ella se difumina en un dibujo a carboncillo hasta quedar en una sombra, es impresionante. No os preocupéis por mis adjetivos, soy muy dado a utilizar los más fastuosos. Bueno, ya está bien por hoy. Mañana es el cumpleaños de mi hija, así que escribiré la entrada por la mañana. Un seguro servidor de ustedes.
AJJ
Discos que he escuchado mientras escribía esta entrada:
Ill Niño – Enigma (2008)
Coralie Clement – Toystore (2008)
Hola a todo el mundo – Hola a todo el mundo (2010)
La buena vida – Los mejores momentos (1994)
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