sábado, 26 de junio de 2010

De memorias y bolígrafos



Complico mucho las cosas y así me ha ido en la vida. Tengo que aprender a simplificar pues realmente todo es más sencillo de lo que realmente aparenta ser. Por ejemplo, siempre se me olvidan los nombres de las personas que he ido conociendo a lo largo de mi vida. Paso una enorme vergüenza cuando alguien me saluda por mi nombre y yo no recuerdo el suyo por más que intente buscar por mi desfragmentado cerebro. Un día pensando como remediar ese fallo pensé en dotar a cada persona que conociera a partir de ese momento de una clave mnemotécnica para así recordar su nombre. Dicho y hecho. Desde entonces no se me olvida el nombre de nadie. Es más fácil para mí asociar una clave a una cara que me lleve a su vez a su nombre que recordar el mismo, ergo simplifico las cosas. Esto me está sirviendo también con los grupos de música que estoy posteando al otro blog. Son tantos grupos, tantos nombres que para mí es imposible quedarme con todos. Mi memoria es más fotográfica, por lo que me sirvo de las portadas para recordarlos. Ellas son las claves que me llevan al nombre del grupo. Suena enrevesado, pero a mí me funciona.

Madre mía, estoy repasando una poesía que escribí en el viaje que hice la semana pasada y es penosa por ponerle flores. Lo mío es la prosa, y si escribo en primera persona, mejor. Trata de mi soledad y lo mucho que quiero a mis dos hijos, pero repito el dos siete veces y transmito pena más que amor y la soledad se fue por peteneras porque no la encuentro por ningún sitio. Es tan tópica que pierde el sentido de lo típico por una aproximación a lo próximo. Una vulgar mierda, vaya. Mi excusa, ninguna, pero si he de buscar sentido a lo que no lo tiene, es que la escribí a las tres de la madrugada de un día agotador y mis musas las dejé a 900 kilómetros de allí. Ea, ya está. Y una leche está. Para corregir tamaño bodrio prometo escribir mañana una poesía en condiciones, aunque el tema sea las infantitas de limón.

Hoy se la he jugado a mi padre. Como apenas he hablado de él, deciros que es de natural tacaño y cabezón como él solo. Fuimos al Lidl a comprar agua embotellada ya que la del grifo es imbebible y la que venden allí es buena y económica. Sólo compramos agua, bitter, aceitunas rellenas, garbanzos y judías en tarro, maíz en lata y pimientos en lata. Siempre los mismos productos pues son los que mi padre ve que son más baratos que el mercadona. Pero hoy se la he jugado pues soy un fanático o coleccionista, lo dejo a vuestra elección, de los bolígrafos y me he comprado cuatro sticks que contenían once bolígrafos que han sumado ocho euros y pico a la cuenta. Cómo se ha puesto mi padre. Que si los caprichos del niño, que si voy a tener que hacer como los moros y poner una manta en el suelo y vender todos los bolígrafos, libros, cómics y cd’s que tengo, que si ocho euros gastados de más en la compra, que para que quiero tantos lápices (eso dijo), etc, etc, etc…. Yo intenté convencerlo argumentándole que ocho euros me los gastaba en un minuto a las tragaperras, pero no había manera. Parecía que se lo habían llevado los demonios. Y ahora necesitarás otro bote para meterlos… seguía ladrando mientras metíamos la compra en el coche. La verdad es que he contado los lapiceros que tengo y son veinte llenos hasta la bola y casi todos modelos distintos. Por cierto, no hizo falta comprar otro lapicero, me bebí una lata de Coca Cola y con ella me lo hice.

Me apetece terminar con algo de literatura, así que os voy a deleitar con un cuento corto. Estoy viendo que soy uno de los más leídos en la sección diario de Paperblog, pero no se si es por meritos propios o es por las veces que me visito. Mañana no me voy a visitar y veré si esta entrada está también entre la más leída. Como sea así me voy a poner más ancho que largo. Bueno, os dejo con otra de mis paranoias que voy a denominar con el sugerente nombre de:

Sin titulo

Esto era una vez un pueblucho de mala muerte en el que vivían tres personas que no eran vecinos y sin embargo no se conocían. Matías, el pescadero, vendía serruchos en temporada de caza menor pues en la mayor se casó con uno de provincias. Sebastián, el taxista, vendía chucherías en el mercado de la plaza central del centro céntrico centrado centrífugo medio delantero que existía en las noches de alba lina. Tomás, el cerrajero, dormía en el granero del granjero que habitó un solo día pero fue suficiente para casarse con la hija del alcalde. El censo pues estaba completo con los tres y en cada votación se abstenían pues el candidato era extranjero. Un día, Matías decidió irse a conocer mundo y así fue como conoció a Sebastián. De Tomás no supieron nada pues seguía dormido. Al año se certificó su muerte y tanto Matías como Sebastián lloraron su pérdida ya como pareja de hecho, hecho que fue largo tiempo criticado en los pueblos colindantes , pero a ellos les importaba un pimiento porque por encima de todo triunfaba el gusto que se daban haciendo el amor.

2 comentarios:

  1. Buenos días!!!
    Vaya un compendio temático coraçao, yo tengo una memoria prodigiosa, me gusta meter cosas ahí dentro e identificarlas, me sé títulos de pelis, nombres de actores, cantantes, grupos, escritores, etc... y de la gente que conozco y de la que apenas conozco también... Lo de la poesía no debes agobiarte por la forma sino por el contenido, si contiene el verdadero amor que sientes por tus hijos es válida y punto...Lo de los bolis lo entiendo si eres un coleccionista, tengo un cuñado igual y a mi hermana le hace la misma gracia que a tu padre, pero bueno, siempre pueden ser necesarios para tus hijos... El microrrelato está bien, muy surrealista eso sí, pero creo que hay un pequeño error:

    "Un día, Tomás decidió irse a conocer mundo y así fue como conoció a Sebastián. De Tomás no supieron nada pues seguía dormido".

    Supongo que quien seguía dormido era Matías, ¿no?...

    BeXotes

    Xim

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  2. Vaya por dios, si es que a las horas que me dejan escribir el sueño me puede. Gracias por tu corrección.

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