Un blog con fin terapéutico donde la poesía y la narrativa se dan la mano con cosas de interés y música electrónica.
jueves, 19 de agosto de 2010
¿Libertad?
¿Creéis que somos conscientes de todo lo que nos rodea como un absoluto? ¿Acaso las cosas no son más que objetos inanimados sin mero objetivo que el de su concepción? ¿Sobran las palabras cuando los amantes se miran fijamente a los ojos? Estas son meras cuestiones con infinitas respuestas. Los análisis de los componentes arbitrarios de todo los que nos une no hace más que plantearme una serie de dudas que más que cuestionarme a mí mismo como persona me lleva a plantearme una concepción más allá de toda regla conceptualizada. Las pautas que nos lleva a seguir todo patrón establecido no es más que un signo de debilidad de nuestra condición humana. Deberíamos rebelarnos de todo yugo que nos oprime y sentirnos libres de una vez por todas. Libre es nuestra concepción y así es como deberíamos seguir. Pero soslayan nuestra condición desde los primeros conatos de respiración ya que a partir de contar con nuestra impronta en un registro, ya estamos fichados. Ese es el primer paso de nuestro aborregamiento procesal. Todas y cada una de las condiciones que a partir de nuestro inicio en el desarrollo de un posterior comportamiento personal va ligado a una serie de doctrinas que nos quieren implantar desde varios frentes. Todos los medios son válidos, ya que el fin es lo que importa, y no es otro que tener subyugada tu alma por toda la eternidad. Los intereses creados alrededor de todo imperio siempre ha sido la codicia. Desde ella ha cristalizado todo empuje hacia la creación de lo que podemos denominar un punto de inflexión en todo desarrollo cultural. Los influjos de ambos paradigmas van tan paralelos que solo han de pensar por ejemplo como se desarrolló la fórmula e=mc2. No soy tan aventurado al predicar mis consignas como se puede pensar. Juro y perjuro una cosa. Cuando escribo no sé qué tema voy a tocar. Los dedos van por libre sobre las teclas y adelantados a lo que piensa mi cerebro. Sé que suena raro, pero es como si pensaran ellos antes que yo. Luego leo lo escrito y me sorprendo a mí mismo viendo que tiene sentido todo lo escrito. Es como si una fuerza me llevara a escribir algo sobre lo que no tengo consciencia. La paradoja de todo resultado irracional pasa a ser que todo el sentido de la grandiosidad de lo cercano se da en medios que resulta del todo extraño dentro de un círculo conceptual. Todos los ciudadanos que se creen libres pecan en exceso pues no es más que algo irracional dentro de sí mismo. Al estar provisto de un número identificativo ya está etiquetado como producto dentro del estado donde esté registrado el individuo. Seguir una serie de consignas no es más que asegurarse la profundidad de ese sujeto dentro del sistema. Todo encuentro con la ideología que predique tal o cual partido o sector no es más que demostrar que sin ideales no se es persona. ¿Acaso somos más vacios si no nos identificamos con nada? Por supuesto que no, para llegar a ese estado has de ser consciente de todo tipo de ideologías que existen, conocer todo tipo de creencias que se han podido demostrar a lo largo de la evolución humana, ser consecuente con todos los avances humanos en materia de desarrollo y tecnología, ser sabedor filosofal y cultural. Para ser un ideólogo de la nada has de ser un conocedor del todo. Por eso a mí personalmente me produce pavor todo lo que acontece al desarrollo de mi historia, los siglos que estoy viviendo. Es complejo conocer que cada uno de los políticos que nos han de representar son más inútiles uno del otro. Cuando se supone que ese debería ser un trabajo ingrato e impagado, un trabajo que nadie debería querer hacer pues nadie debería querer asumir tanta responsabilidad, se dan de ostias por ocupar los puestos de gobierno. Es vergonzoso respirar tanta hipocresía, tanta verdulería, tanta desfachatez. Es ilógico pensar que una sola persona pueda disponer el poder de crear una guerra si las corporaciones así se lo requieren. En el fondo todo se resume a una mera cuestión. A que no somos más que unos fichados dentro de un sistema codicioso gobernado por impresentables. Punto y pelota.
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