En un principio, la nada más absoluta. De pronto una combustión espontanea y miles de miles de miles de miles de miles de miles de millones de átomos surgieron de esa radiación creando lo que se viene a denominar vida. Eso es lo tangible. De lo aprendido en mi vida sé que lo tangible no siempre es lo exacto y lo exacto no tiene por qué ser lo verdadero si uno no quiere creerlo. Es así de simple. Uno cree en lo que le apetece, según momento, lugar, idas o venidas. Es lo maravilloso de estar vivo. Somos racionales. Y de esa capacidad de pensar somos consecuentes de elucubrar lo que nos dé la gana, así de sencillo. Por poner un ejemplo, sujeto A es un seminarista onanista que cree en Dios y va a promulgar su palabra pero se la machaca más que un mono. Es libre de hacerlo si lo considera conveniente para su cuerpo o goce del mismo. Las normas que rigen su postulado no son más que pústulas para ser eliminadas si le da la gana. Nacemos por voluntad libre y hemos de ser libres. Mandemos a tomar por culo la maldita numeración en forma de DNI que nos endosan y seamos espíritus ajenos a todo orden. Procuremos el caos y libremos el desorden. Follemos a diestro y siniestro y mandemos a hacer gárgaras a todos los gobernantes del mundo. Fundemos ateneos y procuremos leer todo lo que podamos, para ser más libres si cabe. En definitiva utopía pura y dura.
Polonius Petronius
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