lunes, 21 de febrero de 2011

La partida


Y entonces sentí como las gotas
se derramaban por mi cara
mientras llovía entre momentos
de almizcle,
queriendo juntar
las manos para recitar
la oración
de mi despedida
sin más cometido
que el son marcado por mi corazón,
pero es de buen predicado
predicar
con gran calado
que la tristeza empañada
por la ausencia
de claridad en mi vida
se reparó desde el mismo
momento que decidí
irme a lugares con menos encanto,
más soledades
y más oscuros
al comprender humano.

Antonio Jiménez

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