Con paso firme va por la bodega de los desánimos quien quiso por cordura ser el menos insensato de su licenciatura. Se arrimó a la comparsa ya hecha en torno a la mesa y con voz trémula pasó a contar su historia:
-Era un tiempo gris de aquellos en los que nunca salía el sol cuando de pronto, entre la marea de nubarrones quiso la locura que brillaba en mis ojos entrever entre la penumbra un caballo de mar tan grande como el ancho mar sobre el que sin nombre va navegando este bergantín. Los corceles del terror quisieron hacer mella en mis pensamientos pero tan solo pudieron aparecer las esquivas musarañas del rancio rencor por ser mi imaginación quien había soslayado aquel equino marino. Sea esto en nombre de la quimera sobre la cual vamos navegando sin rumbo.
Y así como aquel atribulado narrador contó una chanza propia de elucubraciones ebrias, pasaron la velada entre velas de algodones por ver la sotamayor en cumplida noción de asombro menor, pues aquel barco era y seguirá siendo el navío de las ánimas perdidas.
Antonio Jiménez
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