jueves, 14 de abril de 2011

Muerte vergonzosa



Éramos cuatro en torno al lecho,
el sacerdote se arrodilló junto a él
su madre de pie en la cabecera,
frente a sus pies aguardaba la novia;
estábamos seguros de que había muerto,
aunque sus ojos permanecían abiertos.

No murió durante la noche,
no murió durante el día,
pero en la luz del crepúsculo
su espíritu falleció,
cuando ni el sol ni la luna brillaban
y en los árboles sólo flotaba un ámbar gris.

No fue muerto por la espada,
tampoco por la lanza o el hacha,
aunque nunca pronunció una palabra
desde que aquí regresó;
yo corté el delicado cordón
del cuello de mi hermano querido.

Él no azotó su golpe
y la cobardía viene detrás,
en un lugar donde tiemblan los cuernos,
un sendero difícil de encontrar,
pues los cuernos oscilan en los arcos
y el crepúsculo ciega los corazones.

Ellos iluminaron una gran antorcha,
donde rápidos se agitaron los brazos,
Sir John, el Caballero del pantano,
Sir Guy, del doloroso golpe altivo,
con tres veces veinte caballeros más diez,
colgaron al bravo Lord Hugh al final.

Yo soy tres veces veinte más diez,
y mi cabello se ha tornado gris,
he conocido a Sir John del Pantano,
hace mucho, en un lejano día de verano,
y me alegra pensar en aquel momento
en el que arranqué su vida con mis manos.

Yo soy tres veces veinte más diez,
y mi fuerza quedó en el pasado,
pero hace mucho yo y mis hombres,
cuando el cielo estaba nublado,
y la bruma se arrastraba por las cañas del pantano,
matamos a Sir Guy, el del doloroso golpe altivo.

Y ahora todos ustedes, caballeros,
ruego que oren por Sir Hugh,
un hombre duro y honesto,
y por Alice, esposa de un guerrero.
William Morris

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