Me busco en las profundidades próximas
a mi locura con la esperanza de encontrar
aquello que perdí cuando mi sentido
era invariable, pero no encuentro más
que suciedad en largo tomos de prestado
que ululan su propio pesar a lomos de su
encargo inútil. Todo esto no tiene más
sentido que el sentimiento abierto con
la hoz de la vergüenza que cada día
siento por estar vivo, pero sonrío a mi
fantasma transmitiéndole pesar por no estar
vivo como yo, sino acabado como lo estoy.
La mancha cuneiforme del sendero que quise
plantar ante los cansados pies que soportan
todo el peso de mi desdicha fue lo más
simple que pude componer. No paraba de
rellenarla cuando el suelo absorbía con presteza
su templanza y resuelto me dejaba sin prisma
que contemplar. Es iracundo no poder dar
por terminado lo que uno comienza, y a decir
verdad, en esos términos gime mi vida,
llegando a ser una mancha que nunca se llena
pero que nunca se acaba, siendo la agonía
mi más fiel compañera en los turnos siguientes
a los crecientes puntos del silencio envenenado
que me dicta al oído lo podrido de mi estado.
Antonio Jiménez
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