jueves, 1 de septiembre de 2011

Y a qué coño vuelve este tío


Llevo sin actualizar el blog un puñado de tiempo, casi tres meses en los que he estado en una comunidad terapéutica donde caí gravemente tocado de la depresión porque allí cada uno iba a su bola, eran la mayoría convictos con penas de cárcel que seguían un tratamiento de desintoxicación de la droga, había peleas verbales a cada segundo y yo que no formo parte de la chusma nada más que cuando me pongo ciego de whisky, pues me vine para el piso en cuando pude.

El verano por fin está acabando, parte de mi inactividad bloguera se debe a dicha estación preferida por la mayoría de los mortales pero que yo odio como las fístulas de mi ojete.

 Desde que llegue de mi periodo penitenciario en la comunidad terapéutica no he hecho más que ponerme al día en cuanto a música, cine y series se refiere, o sea, que no he movido mi cuadrado culo del frontal de mi Pc, y aun me queda algunas matizaciones que aclarar con la Sinderguenza de la ley de valores cibernéticos. En fin, voy perdiendo aceite mientras inventan freidoras que fríen sin él.

Sigo pensando mientras leo como un poseso todo lo que me voy encontrando si vale la pena en los tiempos actuales formarse un sprint como forma de sustento en la noble arte del teclateo escribiendo paridas para ver si son objeto de ser publicables, pero mi corto entendimiento me cuenta que los grandes novelistas no solo sufrían del coco (usease, depresión like la mía), sino que vendián sus vastas obras en forma de folletines que cumplían una doble función, servir de lectura y a la vez de evacuador de la mierda que se te pega en el ojete tras una señora cagada. En fin, sigo a lo mio que es inventar paridas que ya traen el bebe bajo el brazo.

Y con esta jartá de tonterías declaro inaugurada la nueva etapa del incordio del absurdo. Seguramente mi triste figura publicará en forma más seguida sus patrañas sin sentido. Cuestión aparte es que ustedes las lean. ¿O si?

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