Divina flor de escondida fragancia,
tú y sólo tú sabes ofrecerme la esquiva
sombra que pertenece a mi fortuna,
flor de simiente fortuita, eres la luz
que ilumina el resquicio del perdón que
no atino a comprender y me ciega a
más no poder, tierna compañera del
almidón, los compases que nutren mi locura
se ven menos procaces al ser vistos desde
tus estambres, lucero del sol que irradia
compasión a este cobarde del camino recto.
Antonio Jiménez
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