jueves, 7 de marzo de 2013

Confesiones




Intento recordar donde dejé mi memoria pero cada vez que me precipito ante la insidia me encuentro con una respuesta vacía. Son los años que me han permitido llegar a la senectud los que me están arrebatando la savia, pero lucho con más fuerzas de las permitidas para ser recordado no como un arbusto, sino como una flor, aquella que impregnó de fragancia el amor profesado por los amantes mundiales, que son todos los que con su corazón llegan a la razón de no dudar por un momento de la nobleza de sus sentimientos.



Vigilo cada lugar donde mi ser respira su obra de concepción divina, cada soliloquio sollozado a la luna para, como indulgente de la pasión de otros, ir creando las esquinas curvas que no ponen trabas a la consecución del placer infinito. Soy obra de un sueño y deudor de un grito que despertó todos los pueblos de su inanicción para ser parte de un todo que se queda en nada. Soy vagabundo en salones privados y mercader en campos de refugiados, la milicia milita en mis entrañas y la guerra perdura en mis canas. Soy profanador de religiones y creador de guiones donde la vida se sirve al revés. Tan solo mis intereses van en detrimento mío y mis valores enlosan mis suelos, soy arcángel del demonio y demonio endiosado en busca de una verdad que es la madre de todas las mentiras.



Y mientras, en la oscuridad, te amo con todas mis fuerzas convirtiéndote en la luz que guía todos mis sentidos, y mis sentimientos a flor de piel no hacen más que pensar en ti, en tus labios, en tu cuerpo, en tu belleza, en tu natural fragancia de fémina ansiosa por ser querida en un mundo violento donde los encuentros carnales son cesión para quitar tensión sin más respuesta que un te llamaré que se lleva el viento, cuando mis suspiros por ti llegan al millar dejándome sin respiración, hasta que el recuerdo de unos ojos que te han observado y en vida los has visto tan preciosos hace que recuerdes que la respiración es el motor de tu alma.



Sueño, sueño con pertenecerte por completo, por violar mi senectud y romper contra las olas mi oscuro pasado, por seguir siendo la flor que nutre con poemas el amor mundano, por respirar a tu lado, por acariciarte suavemente, por embriagarme con tus palabras, con tu elocuencia, con tu inteligencia, por ser el paciente contador de historias del pais de nunca jamás, por hablar tu mismo idioma, por derrotar el hastío, por hacerte feliz con la sencillez de la pobreza, por sentirte temblar cuando yo lo haga, porque en definitiva es tal el amor que te profeso que por ti la melancolía sería una dicha.

                                                                                                                                        Antonio Jiménez

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